Se llamaba Francisco Leona y tenía una barbería en Gádor, un pueblo de Almería de unos 3.000 habitantes. Fue el cabecilla del rapto (con saco), asesinato y siniestro ritual de sangre de un niño de 7 años, recoge Alberto Cerezuela en el libro Enigmas y leyendas de Almería. De hecho, las actuales amenazas paternales con hombre del saco podrían echar mano de todo un complot. El hombre del saco fueron en realidad tres hombres y una mujer.

La trama empezó con una hipotética receta milagrosa para curar a un tuberculoso: Francisco Ortega. Leona, que era curandero, le prescribió “beber la sangre caliente de un niño y untarse sus mantecas sobre el pecho”, cuenta Cerezuela. No sólo convenció a Ortega, sino que le cobró 3.000 reales por el ritual. Así que Leona decidió raptar a un niño y ahí entró en acción el tercer hombre del saco: Julio Hernández, El Tonto, un joven que tenía como hobby cazar pájaros y arrancarles la cabeza de un mordisco. Su madre, Agustina (también conocida como La Bruja) también se ofreció a colaborar “e incluso hay quien cuenta que usó a su otro hijo como cebo”, apunta el licenciado en Humanidades.

Y llegó el 28 de junio de 1910. El niño despistado que terminó en el saco se llamaba Bernardo Parra. Leona y El Tonto realizaron el ritual –que nunca llegó a curar al enfermo– y llevaron los restos del niño, otra vez en el saco, a Las Pocicas (a 4 kilómetros del pueblo). Y a partir de ahí, “la cosa no está muy clara”, contó un anciano de Gàdor a Cerezuela. Parece que El Tonto terminó acudiendo a la Guardia Civil porque Leona no le pagó el dinero acordado: 50 pesetas.

En la foto, el hombre del saco, según el libro Barcelona & fotografía.


Via: elperiodico